Asi es, en estas épocas tan frías el hogar familiar se convierte en una sauna de cariño concertado, adornos cegadores y comilonas que mayoritariamente deberían de acabar en lavados intensivos de estómago. Con esto quiero decir, que como ya llega la Navidad, pues, por cojones, llega la felicidad, llega la esperanza y la prosperidad de creer que el año que viene será mejor que este ya casi pasado, y claro que sí, todos los borregos y borregas nos lo creemos, ¿no es cierto?: AÑO NUEVO, VIDA NUEVA.
A consumir se ha dicho, turrones, machacahígados y demás parafernalia del comer navideño, a saludar a familiares que desearíamos ver en tumbas, a llamar a gente que vemos una vez a la década y sobretodo, a ser felices y a gastar, que es lo que toca. Ya estais tardando en ir a comprar vuestros rídiculos regalos a parientes con largos dientes dispuestos a arruinarse solo por aparentar: ¡VIVA EL SANTO CONSUMISMO! 
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