Empezó a abrirse suavemente el ventanal, el aire fresco inundó la habitación de un olor familiar. Era el día, el magnífico día en el que todo volvería empezar. Ella lo sabía, ya no sintió ese peso muerto en el pecho, pudo levantarse de la cama sin tambalear, pudo respirar libertad, olas y olas de sobriedad. Había cambiado y con su cambio el entorno le devolvió lo robado. Supo andar de nuevo sin titubeos, se estaba enfrentando a sus viejos miedos, al espanto de verse absorbida de nuevo...
Ella cambió y el cielo vio un Sol nuevo.
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